Muchos se preguntaran porque visitamos Montebello o porque no conocían esta ciudad como destino turístico.
La respuesta es simple: no es mas que otro pueblito de los tantos que hay en el norte de Italia, el cual seria uno mas sino fuera porque mi abuelo nació allí.
Desde que nos bajamos del tren en la estación sentí que estaba caminando en todos aquellos lugares que mi abuelo me contaba en historias cuando yo era chico. Mi bisabuelo trabajaba en la estación de tren y recorrer esa estación chiquita y ahora casi abandonada me producía una sensación extraña de ver con mis ojos por primera vez esas historias.
Salimos de la estación y cruzando la ruta llegamos a la entrada del pueblo, indicada por un cartel y luego un puente que pasaba sobre un rio. En ese momento recordé las historias de mi abuelo sobre cuando era chico y nadaba con sus amigos ahí o cuando ya de adolescente y antes de la guerra él volvía de trabajar en verano en su bicicleta y se daba un chapuzón para refrescarse. Es muy difícil de describir con palabras los sentimientos de estar en el lugar donde todas esas historias habían transcurrido.
Entramos al pueblo casi entrada la hora de la siesta y todo parecía cerrado y desolado. La poca gente que había en las calles nos miraba casi tanto como los indios en el tren a Varanasi, en ambos casos claramente no éramos de ahí.
Entramos al único bar abierto de la ciudad con ganas de comer algo y mientras nos preparaban una pizza le contamos al dueño del bar que mi abuelo había nacido en la ciudad y que estábamos allí para conocer su ciudad natal. Después de contarle mi apellido el dueño llamó a un grupo que estaba tomando una cerveza y les contó el motivo de nuestra visita. A todos les sonaba mi apellido hasta que uno hizo memoria y salieron a buscar al otro bar del pueblo a alguien con mi mismo apellido. Al rato llegó Tiziano, con quien luego de conversar un rato en “espaliano” resultó ser un primo segundo.
Mirando la foto ahora veo que, dejando de lado la cantidad de pelo, tenemos un aire parecido en la nariz y ojos.
Al despedirnos, Tiziano nos dibujó un mapa de como llegar a la casa donde nació mi abuelo ya que según nos contó no había sido remodelada.
Seguimos el mapa y ahí llegamos, a la dirección que indicaba el mapa como la casa donde había nacido mi abuelo. Algo que es común en Italia es poner en el timbre el apellido de la familia que vive en esa casa lo cual nos ayudó a estar seguros que estábamos frente a la casa correcta.
Luego seguimos recorriendo un poco mas la ciudad mientras esperábamos que se haga la hora en la cual pasaba en tren de regreso a Bologna. En nuestro recorrido nos cruzamos con la gente del bar que nos preguntó si ya habíamos pasado por la casa de mi abuelo, era increíble lo pequeño de todo.
Algo que me impresionó fue pasar por un monumento a los caídos en la guerra, entre los cuales pudo haber estado mi abuelo y no hizo más que recordarnos el sinsentido de la guerra.
Volvimos finalmente para la estación por el costado de la ruta, todo lleno de flores silvestres y con la sensación de haber llenado una parte de mi historia, de las cosas que vivió mi abuelo en su juventud y de lo que fue su desarraigo al verse obligado a salir de su ciudad natal al regresar de la guerra y teniendo que buscar suerte en Argentina.
