Beijing, arribando a lo desconocido
Llegamos a Beijing mal acostumbrados de Japón. Ya cuando no conseguimos un mapa gratis de la ciudad en los centros de información turística fue señal que algo no iba a ser lo mismo.
Salimos del aeropuerto y nos tomamos un tren que te lleva hasta la estación de subtes de Beijing. Cuando quisimos sacar el boleto la señora nos informa por medio de señas que no había más subtes a esa hora. Por consejo de otra señora que hablaba algo de inglés decidimos tomarnos un taxi. Eran las 11 de la noche y hacía MUCHO frío. Los primeros taxis nos pedían fortunas por llevarnos unas 30 cuadras por lo que decidimos parar algún taxi menos turístico. De ahí en más debemos haber parado unos 10 taxis, todos miraron la ubicación en el GPS de Gaby y se negaron a llevarnos. Así que nos compramos un té caliente para afrontar el frío y nos pusimos a caminar guiados por el GPS las 30 cuadras que nos separaban el hostel.
Cuando llegamos a la ubicación vimos que era un callejón oscuro, empezamos a caminar y meternos en distintos callejones pero el hotel no aparecía por ningún lado. Lo peor es que ya eran las 12 de la noche, estábamos muertos de frío, sueño y no habíamos visto en todo el camino ningún otro hostel como para quedarnos en caso de no encontrar el nuestro.
Gracias a Dios ocurrió el milagro, encontramos un pareja que hablaba MUY poco inglés, pero que sabía leer “pinyin” que es la traducción de los símbolos chinos a caracteres arábicos y nos guiaron y acompañaron hasta llegar al hotel. Estábamos tan contentos que les regalamos parte de los chocolates que nos habíamos comprado en el free shop. Digo que fue un milagro encontrar a esta pareja porque después de conocer más China, es muy difícil encontrar gente en la calle a esas horas y menos que sepan algo de inglés o leer caracteres arábicos.
Tiempo después también nos enteraríamos que el GPS de google funciona con un error de 1 a 5 km en China y por lo cual el punto donde figuraba en el GPS que estábamos no era el correcto y que los taxistas la mayoría no sabe leer caracteres arábicos y por eso no nos quería llevar y los que sabían no querían meterse en la zona antigua de la ciudad porque las calles son muy angostas y el viaje era demasiado cerca como para justificarle la molestia.
Luego de una reconfortante noche de descanso y en vista de que no teníamos lugar en el hotel en el que estábamos para hacer una noche más Gaby salió en busca de otro hotel previo chequear bien en el mapa donde era la dirección (aún no sabíamos que el GSP del iphone no funcionaba). Lo que debía haber sido un ir, reservar y volver en 40 minutos terminó llevando 3 horas. Cuando Gaby volvió no les puedo explicar la frustración que tenía. No solo no había encontrado el hostel sino que donde debía estar el mismo habían hecho un bruto edificio de 2 manzanas al que tuvo que rodear para tratar de encontrar la callecita en la que estaba el hostel. Eso es algo muy común de ver a lo largo de todo China, se tiran abajo las casitas y los callejones y se están construyendo brutos edificios por todos lados. Un dato interesante es que un 1/3 del concreto mundial se usa en China, imagínense lo que se esta construyendo!
Por un lado los edificios vuelven imponente la vista de las ciudades, pero da un poco de nostalgia que se pierdan las callecitas y callejones que en mi opinión forman parte de lo que es la cultura China. Por suerte en Beijing hay una zona conocida como “Hutongs”, que es la zona más antigua y son todas callecitas chiquitas y casitas antiguas, y esta zona es protegida por el gobierno por ser un punto de interés turístico.
Por suerte si bien Gaby nunca encontró el hostel, el hotel en el que estábamos nos avisó que tenían la habitación para una noche más así que zafamos de dormir en la calle . Al rato de todo este traqueteo recibimos un invitación de una pareja de Beijing para quedarnos el resto de los días en su casa así que eso fue un golazo.
Ese día estaba medio perdido para hacer excursiones largas nos fuimos al Parque olímpico, donde se celebraron los juegos olímpicos en 2008. Fue impresionante ver la inversión en infraestructura, había una parque ENORME para que la gente vaya a hacer deporte, después un shopping hecho para la ocasión y finalmente el famoso estadio de “el nido”. Una lastima habar llegado a la tarde porque no pudimos entrar pero pudimos ver un lindísimo atardecer sobre los edificios. Ojo! El sol del atardecer era puramente decorativo ya que hacía un frío tal que al volver de la excursión nos fuimos a comprar camperas de pluma de ganso.