Laos – Luang Prabang

Luang Prabang – la perla del sudeste asiático y como cortarse el pelo en base a señas

Mucho habíamos escuchado sobre Luang Prabang antes de comenzar el viaje. Sabíamos que era una ciudad que valía la pena ver pero se nos hacia difícil llegar a ella ya que si lo hacíamos en micro, al Laos ser un país con Malaria, teníamos que comenzar a tomar las pastillas durante mucho tiempo y por solo estar un par de días en la ciudad, no valia la pena. Finalmente encontramos un vuelo entre Hanoi y Luang Prabang muy barato por Lao airlines y decidimos tomarlo. Fue la mejor decisión que podríamos haber tomado. La ciudad sencillamente nos encantó!

Veníamos desde Hanoi, ruidosa, con una temperatura de 15°C y mucha gente por todos lados y llegamos Luang Prabang con unos 28°C, soleada y un ritmo de vida por demás tranquilo. Si bien es una ciudad relativamente turística, no perdió su ritmo de vida y costumbres.

Por las calles se ven monjes por todos lados y si te salís un poco de las zonas mas turísticas podes meterte dentro de sus escuelas y centros a ver un poco mas como viven.

Nos comentaron unos argentinos que conocimos en Tailandia que a las 6 de la mañana, en la calle principal se sienta toda la gente del pueblo y pasan los monjes con una canasta recolectando dinero de la gente rica y repartiéndolo a los más pobres.

La gente es muy amigable y a diferencia del resto de los lugares del sudeste asiático donde veníamos visitando, no intentan estafarte en cada cosa que haces. Algo que nos gustó (y mucho!) de la ciudad es que tiene mucha influencia francesa – producto de haber sido colonia hace no tantos años – y eso redunda en que tengan una de las mejores pastelerías de todo Asia. Tienen unas baguettes y cakes de banana, mango, etc que son increíbles. Esto hizo que visitemos frecuentemente un puesto de sándwiches que quedaba a la vuelta de nuestro hotel. La comida típica de Laos que probamos – comimos un pescado preparado en leche de coco y envuelto en hojas de banana- no era muy abundante y era demasiado picante para nuestro paladar.

Si bien no son muy impresionantes comparados con otros templos que veníamos viendo, la ciudad esta repleta de templos. Para donde miras se ve un templo. A la mayoría se puede entrar gratis salvo que exista algún evento en particular (en uno de ellos había un espectáculo de valet en sus jardines una vez por mes).

En uno de los templos aprovechamos para descansar un poco al lado de un estanque que estaba repleto de peces a los cuales les encantaban nuestras galletitas.

En estos parques tuvimos la posibilidad de ver un nene con aspiraciones de hombre bala en un futuro!

Después de bastante tiempo viajando decidimos que era el momento de cortarnos el pelo (mi viejo va a estar feliz de leer esto). Buscamos un par de peluquerías y teníamos dos opciones, una que parecía más o menos decente y la otra que le estaban haciendo la planchita a un travesti. Decidimos ir por la más conservadora. El problema: nadie en la peluquería hablaba ingles… así fue que mostrando la foto de la cedula de identidad y en base a señas y sonrisas decidí confiar en la peluquera (Pau la tenia un poco mas fácil ya que solo tenia que cortarse un poco las puntas). Éramos el espectáculo del barrio. Comenzaron a cortarnos el pelo y teníamos a unas 8 personas que se quedaron mirando el show.

Ya con los flamantes cortes de pelo decidimos salir a tomar algo a la noche con una chica de Nueva York que conocimos en el hostel.

A la noche la ciudad cierra su calle principal y se llena de puestos de ventas de artesanías y comidas armando un mercado nocturno que pasa a ser el paseo obligado. Disfrutamos de comprar varias cosas después de regatear por bastante tiempo, sentándonos con los vendedores y explicándoles que nuestro presupuesto es latinoamericano y mucho mas ajustado que el del europeo promedio. No se si por simpatía o por cansancio lográbamos sacar las cosas por menos de la mitad del precio original.

La ciudad se encuentra delimitada por dos ríos que se unen formando una V. Para ir a las otras orillas hay varios puentes de bambú que los construyen todos los años ya que cuando es la temporada de lluvia generalmente se los lleva la crecida. Al cruzarlos y ver como cruje el bambú no te da mucha confianza pero viendo que los locales los cruzaban como si nada nos animamos a seguirlos.

Por las tardes era casi obligatorio ir a alguna orilla del rio a ver el atardecer. Nos quedábamos tomando algo en algún bar o simplemente sentados en la orilla con los pies sobre el rio.

Todos los días fuimos a ver el atardecer a lugares distintos y era increíble ver la puesta del sol sobre las montañas y los colores que formaba al para la luz por las nubes.

La ultima tarde que teníamos en la ciudad estábamos mirando el atardecer en una orilla, nos dimos un beso y sentimos ruido a fotos. Nos dimos vuelta y teníamos a dos japoneses que no paraban de sacarnos fotos. Les sonreímos y les pedimos que nos saquen fotos pero ahora con nuestra cámara. Se ve que el señor ya había practicado bastante ya que la foto que nos sacó nos encantó!! Mientras tanto su amigo seguía sacándonos más fotos. Parecíamos famosos!