Taj Mahal…digo, Agra

Después de 6 horas en nuestro primer y ÚLTIMO viaje en categoría SLEEPER (donde veías cucarachas y ratas que corrían por abajo de tus pies) llegamos a Agra.

Nuestra ida era dejar la mochilas en la estación ya que a las 8 de la noche (eran las 8 de la mañana) nos tomábamos otro tren. El problema fue que por no tener candados para mochilas no nos las aceptaban. Por suerte encontramos en la guía de india un bar con lockers cerca de la entrada al Taj Mahal y matamos dos pájaros de un tiro: desayuno y locker para mochila  Sonrisa.

Antes de entrar al Taj te revisan la mochila y no te dejan entrar nada electrónico a excepción de la cámara. Además te dan unos cubre zapatos, tipo los que se usan en un quirófano, que te los pones antes de subir al palacio.

Después de esto pasamos la puerta principal y tras recorrer unos jardines enromes lo vimos de fondo y ahí fue donde nos quedamos sin aire, sin palabras…IMPONENTE. Un obra maestra que nos dejó mudos a los dos (imagínense lo que es para dejarnos justo a mi y a Gaby sin habla). Debemos haber estado unos 5 minutos mirando en silencio para caer en cuenta de: en donde estábamos, que estábamos viendo y que hacíamos ahí… es como que cayeron muchas fichas de golpe.

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Sacamos fotos a morir y entramos a ver las tumbas del Sultán y su mujer con los zapatos de quirófano.

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Lo más lindo y romántico del Taj Mahal es que es el monumento al amor. Este templo lo construyó el Sultán cuando la mujer a la que más amaba (tenia varias) murió dando a luz a su hijo número 14. Con la canidad de hijos que tuvieron te das cuenta que era la favorita.

Salimos del Taj muy contentos y nos fuimos a tratar de comer comida India. Veníamos a base de pasta y pizza, por lo que nos alentamos a probar un plato típico (Thai se llama), que unos argentinos nos habían asegurado que no picaba pero por las dudas lo pedimos SIN PICANTE…para que? era incomible, así que tuvimos que conformarnos con el pan y un poco de arroz.

A la tarde fue el turno de el fuerte rojo. Este fuerte fue construido por el mismo Sultán que mandó a hacer el Taj Mahal, pero le gustó tanto que decidió vivir allí. El problema fue que unos años después el hijo lo mandaría a arrestar en su propio palacio, dejándolo en una celda con vista al Taj Mahal.

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Antes de terminar la tarde paseamos por el Baby Taj, que es una construcción mucho más pequeña, de mármol también, donde están las tumbas de los hijos del sultán y terminamos en un parque viendo el atardecer con vista al Taj.

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Ya por la noche comimos una pizza y nos fuimos a la estación rumbo a Jaipur… por suerte esta vez viajábamos en primera clase.